Sin prisa, pero sin pausa, avanza el actual proceso constituyente derivado o gatillado por la revuelta popular de un (histórico) octubre de 2019. Probablemente el panel de expertos que dispuso un alza de 30 pesos del pasaje del metro capitalino, nunca previó que ese simple hecho activaría un sinnúmero de movilizaciones populares, pues fue una gota que rebalsó el vaso de décadas de injusticias y desigualdades, que no solo “no lo vieron venir”, tampoco lo quisieron ver, ni escuchar, de 1990 en adelante.
La transición pactada, tuvo mucho continuismo institucional, mantuvo el corazón del modelo económico de la dictadura, se mantuvo en esencia no solo el plan laboral, las AFP, las isapres, sino que la salud y la educación de mercado, que se intentaron morigerar con bonos, subsidios y acceso a créditos con altos intereses, perpetuándolo, pero lo que es peor, obligó a recurrir a medidas de supervivencia, como bingos, completadas, mantuvo los empleos precarios y temporales, suplidos con caridad o solidaridad, extenuantes horas de trabajo, altos costos de la vida, o intereses usurarios, frente a una opulencia cada vez más grosera, del lucro desmedido, del paraíso fiscal, de la “avivada” especulativa ya sea en la bolsa, la concesión, la licitación o el arreglín, público o privado, que desnuda la falta de ética y la billetera gorda. Eso sin contar con las privatizaciones y concesiones que le siguieron.
Los 30 pesos, fueron solo la última trizadura de la grieta liberadora, por la que fluye un caudal constituyente, así sin prisa, pero sin pausa, se instalará una Convención Constitucional, y de no mediar algo extremo, su fuerza arrolladora establecerá un estado social y democrático de derechos que abra paso a un nuevo pacto social, inaugurando una verdadera transición.
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