¿Una vida más decente, acceso universal, calidad de vida? Se puede, si, pero no en base a odio, venganza, lucha de clases, destrucción de la libertad, control de conciencia y negación al emprendimiento personal y otros.
El 18 octubre fue una explosión, que de otra manera no hubiese movido las estructuras, de un sistema que ha sido virtuoso en la acumulación de capital, ahorro público, impuestos y mejoras evidentes; pero que también emergieron la corrupción política y económica, malas prácticas, y singular acostumbramiento del politburó de la élite, que trajo consigo comportamientos vejatorios y humillantes para los más desposeídos; mientras los grandes crecían exponencialmente visados por operadores políticos.
¿Qué falló? Nada, solo se expresó lo peor del ser humano; esto es la codicia, que surge cuando no hay ética, controles y carencia de gente virtuosa.
¿Avanzamos? Si y mucho, y podríamos avanzar más, poniendo límites al capital individual excesivo que conlleva a la compra de voluntades, a la generación de penas altísimas a la corrupción pública y privada, y foco en la austeridad en el gasto público superfluo e innecesario.
Va en esto, lo público, la principal corrupción, de redes y carteles políticos, conceptos de mínimos esfuerzos, operadores ideológicos, agradecimientos de favores, amiguis y parentela, a cuenta de nuestros recursos, que aleja por todos los medios al emprendimiento e iniciativa virtuosa del accionar público.
La ley del mínimo esfuerzo en lo público, se refuerza con el incremento de contrataciones, bonos y fuero laboral, que imposibilita cualquier iniciativa de cambio cultural orientado a mejorar el bienestar de aquellos que supuestamente debieran servir.
Hoy suenan unas interesantes teorías progresistas y neomarxistas que prometen resolver todo, a pesar que todo es experimental, individuos sin experiencia laboral real, emprendimiento e innovación, solo sueños espúreos que rondan latinoamérica y el mundo en la búsqueda de este mundo ideal a sistémico y sobretodo de reacción totalitaria, frente a cualquier argumento en su contra.
Es una nueva religión, que funa y destroza todo aquello que no coincide con su fe, pues de pruebas ciertas y científicas nada tiene, más que un ensueño lingüístico que es atractivo al oído angustiado, al oído idealista y necio, como también al oído zombi, que no reflexiona.
Plantean inclusión pero excluyen creencias y culturas previas que aún tienen envase y cobijo en la mayoría de adultos y generación del esfuerzo personal.
Pero bueno; el hombre y sociedades deben tropezar con la misma piedra, para caerse, destrozarse y volver a inventar y partir de nuevo.
Es un tema de nunca acabar en la civilizaciones, los experimentadores con nosotros como sus conejillos de India, sociedades que poco les importa que sufran y desvanezca; más importante es su experimento, su novedad, su autoreferencia y control de los colectivos hipnotizados con nuevos términos, conceptos y creencias de alta vaporización.
Aquellos que tenemos convicción de una realidad en otra dimensión, de una conciencia omnipotente, omnisciente, contamos con la tranquilidad frente esta ilusión social, que pasa rápido, no obstante duele y hace daño.
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