Soy tanto pro pueblos originarios, como pro descendientes de múltiples nacionalidades que han forjado nuestra nación chilena y que han fusionado sus genes, sociedades y culturas, para conformar lo que hoy somos.
También no puedo hacer una ciega lectura ante la historia desde la conquista hasta nuestros tiempos. Hoy existen múltiples demandas y formas de exigirlas desde diversas facciones del pueblo mapuche, desde la agresiva y brutal lucha armada, hasta una enfermiza desmembración de nuestro territorio unitario.
Los beneficios legales, subsidios y discriminación positiva en diversos procesos e instrumentos son ampliamente conocidos, lo que creo que se destaca como un privilegio frente al normal chileno, que su apellido originario, ya no figura en su carnet de identidad. Compensaciones históricas frente a un complejo devenir desde la conquista hasta unos decenios atrás.
Ahora bien, del 9% de quiénes según encuesta se consideran pueblo mapuche, el 30% reside en la Región Metropolitana, y el 15% en la Araucanía, el resto de expande a través de todo el territorio nacional, como un chileno más. En Bolivia el 65% de la población es considerada pueblo originario y vive tanto con sus costumbres como lenguaje originario, de este contexto muy distinto al nuestro, se basa en concepto plurinacionalidad, leyes discriminatorias, imposiciones del idioma, entre otros.
La Constituyente, imitando a Bolivia, ha tomado un rumbo desquiciado al imponer una minoría por sobre la mayoría de los chilenos en extremo y equivocado rumbo, basado en erráticos conceptos y abierta manipulación que provienen de un baúl lleno de utopías, resentimientos, odios, negacionismos y ficciones enfermizas en distintos ámbitos, que han logrado plasmar en comisiones e ir aprobando como parte de una nueva estructura constitucional, que a todas luces es asistémica, dispersa y fragmentada, que en el hipotético caso de que sea aprobado por el plebiscito constituyente de salida, propiciaría la destrucción de un país Unitario y cada Región debería rascarse en la práctica con sus propias uñas, afectando terriblemente a la Región de Aysén. A esto, si le sumamos la ignorante, arbitraria y necia voluntad de brindar más poderes en todo ámbito a un extremo minoritario disidente y anárquico, que no representa a la mayoría del pueblo mapuche, que hoy se considera chileno y plenamente integrado a nuestra sociedad; estaríamos ante un Frankenstein o Leviatán que sale de las profundidades, para destrozar e imponer la irracionalidad que conlleva volver a la edad media o sociedades tribales donde reina el poder de las armas, por sobre el raciocinio, diálogo, hermandad y sobretodo visión de futuro compartida.
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