En los últimos días se han generado una serie de comentarios y caricaturizaciones por parte de un sector de la sociedad, la intención del Gobierno de avanzar en una estrategia nacional que permita hacer frente a la desinformación, a través de la conformación de una Comisión. Una situación que no reviste ninguna irregularidad se indicó desde la Controlaría y que en su esencia constituye una conversación con actores diversos de la sociedad para enfrentar un flagelo que afecta el desarrollo de las naciones.
Los esfuerzos internacionales en esta materia no son nuevos, el perfeccionamiento de nuevas tecnologías nos invita a tener un aprendizaje constante sobre los canales a través de los cuales se distribuyen contenidos. Un ejemplo clásico para la academia es el paso desde la web 1.0, cuyo principal componente fue la presentación de contenidos digitales y motores de búsqueda en Internet a finales de los 90’s, versus la interacción de contenidos acaecida en el 2002 junto a la web 2.0 con la masificación de las primeras redes sociales como MySpace o de intercambios de archivo y chat en Ares, herramientas que permitieron a los usuarios en sus hogares efectuar una réplica sobre las materias expuestas.
Desde eso ha pasado mucha agua bajo el puente y las tecnologías han evolucionado bastante tanto en las plataformas, las formas de interacción y la infraestructura que permite las conexiones a la Red global. Según las estadísticas recientes de la División Política Regulatoria y Estudios de la Subsecretaría de Telecomunicaciones (Subtel) existen en el país 27 millones de accesos a Internet hasta marzo de 2023. Entre las conexiones inalámbricas más de 90% se desarrollan desde Smartphones, por lo que, son estos dispositivos y sus aplicaciones las que concentran la más fuerte línea de contenidos presentes en la web.
Aysén no es un territorio aislado de la vorágine informativa por medio de los nuevos canales digitales, nuestra comunidad, sin embargo, no posee el mismo desarrollo que todo el territorio nacional. Existen factores como la geografía y la disposición de privados para la inversión de nueva tecnología de conexión inalámbrica que ha mermado el acceso y por ende el proceso de alfabetización para los usuarios ha tenido una postergación que podría ser proclive a un escenario de desinformación.
Se encuentra comprobado que datos de plataformas como Facebook han sido utilizados de forma maliciosa, interviniendo en la construcción de comunidades y en la legislación de políticas sociales, como lo acontecido con Cambridge Analytica en 2018. Hoy la amplitud de redes sociales existentes y preponderantes se relacionan a una cultura videoclipsada, aquí entran nuevos actores y uno especialmente utilizado para la desinformación el nivel receptivo de sus audiencias es TikTok.
Aquí, no tan sólo jóvenes son capturados por entretenidos bailes de sus estrellas favoritas o de políticos limpiando su imagen e historial, sino que también audiencias sobre los 45 años. Lo es que es preocupante en este último punto, es que ellos, adultos medios, son una generación que no obtuvo como política pública (proyecto Enlaces comenzó en 1992) una adecuada inducción al Internet y sus usos, por lo que, no existe un mayor cuestionamiento de la información que reciben, ante lo cual son altamente tendientes a reproducir un discurso que adecue a sus convicciones y realidad circundante, pero no a lo que sucede efectivamente en el mundo real y a la sociedad en su conjunto.
¿Qué necesitamos para abordar una entrega informativa adecuada desde Aysén? Primero, convocar a los dueños de los medios de comunicación para conversar respecto a las necesidades que presentan las industrias mediales en la Patagonia. Es altamente probable que se deba modificar legislación para ir en ayuda de ellos. Segundo, establecer una mesa de trabajo público – privada que permita ejecutar iniciativas para la “creación de audiencias responsables”, lo que permita distinguir a la comunidad las diferencias que presenta una columna de opinión, como esta, de una noticia. Así mismo, llevar adelante un programa especial para que se conozcan los alcances de la desinformación que van desde el abuso como insulto, acoso y conspiración causando miedo, autolesiones y fraudes políticos.
Debemos también contar con una pluralidad de voces, esto entendiendo que la construcción social no radica en la imposición de un mensaje o estilo sobre determinada población. Por lo cual, nuevos actores deben entrar al ruedo de las comunicaciones y es ahí donde la Universidad de Aysén, los municipios y el propio Gobierno Regional deberían dotarse de señales televisivas de libre recepción o espectros radiofónicos que permitan a la comunidad acceder a las informaciones que por un fin comercial no se puede asumir desde el sector privado en sus respectivas empresas. Demás está decir en este pool de acciones que Televisión Nacional de Chile debería contar con una señal propia en la Región.
Si queremos cuidar la democracia y evitar un conflicto civil de futuro es fundamental evitar que se cultiven las condiciones necesarias para ello, por lo que, necesitamos más que nunca, comenzar a combatir la desinformación. Chile merece paz, respeto y prosperidad y estas situaciones no podrán darse si existe una enemistad o polarización producto de la información y/o comunicación distorsionada.
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