En el último mes he llegado a la convicción de que los gobiernos para ser exitosos, lograr cumplir sus objetivos y proyectarse en el futuro, requieren de tres pilares fundamentales que sostengan su credibilidad ante sus electores, a saber: ideas y un programa de gobierno claros y constructivos para ofrecer al país, una gestión eficiente de los recursos disponibles para llevar acabo sus objetivos y una moral personal y ética laboral intachable.
Siguiendo lo anterior, el gobierno de Gabriel Boric, votado por varios chilenos que confiaron en él y en su novedoso discurso progresista y de izquierda radical, aún no llega a la mitad de su período y ya tiene el triste récord de haber destruido la base de sus tres pilares; algo que sus predecesores de otras coaliciones tardaron cerca de 30 años en erosionar. La caída sistemática de cada uno de sus puntos de apoyo ha dañado su credibilidad frente a una ciudadanía cansada de abusos e irresponsabilidad de sus gobernantes, pero ninguno pudo generar tanto daño como el último pilar que cayó en el mes pasado, el “pilar moral”.
Como en toda tragedia, hay fechas clave; puntos de inflexión en que podemos ver caer al gobierno en alguno de sus pilares de credibilidad como resultado de la acumulación de malas decisiones. Es por esto que me propongo hacer una síntesis de cada una de estas fechas y analizar cómo la tercera puede llegar a ser la más peligrosa de todas.
Nuestra primera fecha, 4 de septiembre de 2022 (“el 4-S” como le gusta llamar a la prensa), día del Plebiscito de salida que selló la caída del pilar ideológico del gobierno. Su puerta de entrada a la Moneda, “el otro modelo”, el que llamaba a terminar con el “neo-liberalismo” mediante una nueva constitución que abrazaba el estado social de derecho, la plurinacionalidad, los derechos de la naturaleza y los animales y un largo etc. Todas las ideologías progresistas (que consideran que todo lo nuevo es bueno por defecto) defendidas hasta con violencia en los días posteriores a octubre de 2019, acabaron siendo plasmadas en el texto del borrador constitucional presentado el año pasado. Con la ciudadanía de su lado tenían todo para triunfar; se confiaron y dejaron caer su máscara de demócratas. Descuidaron tanto la forma como el fondo, pues lo que la gente vio durante los meses de la convención fue la mayor vergüenza que este país a enfrentado en su historia. El triunfo del Apruebo en el plebiscito de entrada aumentó su soberbia y los hizo mostrarse tal cual son; la ciudadanía se dio cuenta, y se los hizo saber cuando votaron Rechazo de manera contundente a las ideas expresadas en el borrador. Caían entonces, las ideas y el programa de gobierno.
El “4-S” no sólo cayó el proyecto constitucional, sino también el pilar ideológico que mueve a este gobierno. Un golpe fuerte, pero que pudo ser atenuado si hubieran sabido “hacer la pega”. Porque lo que duele más a la ciudadanía, el chileno que vive (y en algunos casos se desvive) trabajando para salir de la pobreza y sacar adelante a su familia, no es que un gobierno tenga malas ideas o sea guiado por una ideología perversa; lo que la gente nota es cuando esto se traduce en mala gestión, y en eso el gobierno actual ha dado muestra tras muestra de falta de preparación y amateurismo. Si su soberbia los cegó para el plebiscito, los volvió a traicionar cuando pensaron que por ser una nueva generación podrían llegar a ocupar los espacios de poder sin la experiencia adecuada; habiendo salido del colegio y algunos de la universidad para entrar directamente a la cámara de diputados y de ahí a la Moneda sin haber conocido siquiera el mundo laboral. La conclusión es lógica: capacidad de gestión nula. Baste como ejemplos recientes, y aún frescos en la memoria, los grandes problemas en salud por la mala preparación de la campaña de invierno, los pobres resultados del SIMCE que claramente no son prioridad en el Ministerio de Educación y los cientos de presupuestos no ejecutados en distintas gobernaciones regionales que sólo nos indican la falta de preparación y ejecución con la que llegaron al poder. Frente a este panorama fue cada vez más evidente lo que finalmente ocurrió el 7 de mayo de 2023 (el “7-M”); el mayor triunfo electoral de la derecha en toda su historia gracias a la mala gestión del actual gobierno, porque finalmente eso fue la elección de mayo, un plebiscito a su administración.
Perdidos el pilar ideológico y ahora el pilar de gestión aun les quedaba una carta por jugar, la más valiosa y su principal caballo de batalla desde que ingresaron en política y que terminó por colapsar en nuestra tercera fecha emblemática: el 16 de junio de 2023; el día en que, por medio de la prensa, todos nos enteramos de los graves casos de corrupción entre organismos del gobierno y fundaciones creadas y manejadas por ellos mismos o por sus cercanos, adjudicándose millonarios montos para realizar tareas que, o no tenían el rubro para cumplir o que de tenerlo no se condicen con los millonarios presupuestos hábilmente manejados para pasar bajo el radar de Contraloría. Ese “16-J” cayó su pilar moral, el que más debe cuidar un gobierno pues es el más representativo de su credibilidad y el que ellos mismos ensalzaron cada vez que pudieron hablar sobre probidad y que ahora acaba de ser severamente golpeado al dejar al descubierto sus malas acciones llevadas acabo con el dinero de todos los contribuyentes. Como cualquier persona o gobierno previo fueron permeables a la corrupción, eso no es novedad; el agravante es que se arrogaron el derecho de ser mejores personas y cuanto más sube uno, después la caída es más fuerte.
Los chilenos somos resilientes y para bien o para mal a lo largo de la historia hemos mostrado alta tolerancia a ideologías fracasadas e incluso a funcionarios públicos sin preparación y con mala gestión, pero todo tiene un límite; uno que el mismo gobierno antes de serlo remarcó al dedicarse por años a tildar de corruptos a la antigua clase política e incluso aduciéndose ellos mismos una calidad moral superior a los demás. Ante esta nueva y gravísima situación como país sólo nos queda esperar a ver cómo termina de caer este tercer y último pilar del gobierno, consumiendo así lo poco que les quedaba de credibilidad ante la ciudadanía y dejando abierta la interrogante: ¿La tercera será efectivamente la vencida?
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